viernes. 29.03.2024

Hace sólo dos meses que la isla de Robinson Crusoe recibió a los casi 300 expedicionarios de la Ruta Quetzal BBVA, todo un acontecimiento para este pequeño trozo de tierra situado en medio del Pacífico y para sus apenas 600 habitantes, que no estaban acostumbrados a una visita tan numerosa y peculiar como el proyecto de Miguel de la Quadra-Salcedo.

Pero el sábado pasado, una gigantesca ola de unos 20 metros ha dejado sin nada a los habitantes de Robinson Crusoe. El tsunami ha dejado reducido a escombros el pueblecito de San Juan Bautista, principal población de la isla, donde la mayoría de las viviendas, sino todas, eran de madera. Ocho personas han muerto, entre ellas un niño de sólo 8 años, y hay varios desaparecidos.

Los negocios de la población, principalmente dedicada a la pesca de langosta y las actividades de buceo, ya no existen. Es el caso de Jimena y Willy, un matrimonio que regentaba un acogedor hotel a escasos cien metros de la bahía. Su medio de vida ha sido engullido por el mar.

La isla que acogió con verdadero calor y cariño a la expedición de la Ruta Quetzal ahora lucha por salir adelante. Sus hospederías y casas particulares fueron hogar durante unos días para las más de 500 personas que formaban la Ruta Quetzal, el pueblo entero se volcó en facilitarles una estancia lo más agradable posible y el último día isleños y 'ruteros' se despidieron en una multitudinaria 'perolada' a base de langosta y otros productos típicos de Juan Fernández.

Los expedicionarios llegaron a Robinson Crusoe --bautizada en honor de la novela de Daniel Defoe que inmortalizó la aventura del náufrago escocés Alexander Selkirk, que sobrevivió allí durante más de cuatro años-- el 17 de diciembre, tras dos días de travesía por el Pacífico, por un mar en calma que el pasado sábado se convirtió en un océano destructor. Llegaron en un barco de la Armada chilena, el 'Valdivia', y ahora este tipo de buques son los que se encargan de llevar toda la ayuda humanitaria posible.

"VÍA DE EVACUACIÓN"

A los que estuvieron allí seguro que les viene a la memoria estos días el pequeño cartel situado en la principal y única calle del pueblo en el que se indicaba el camino a seguir en caso de alerta de tsunami. "Vía de evacuación", rezaba el mensaje que, ilustrado con el dibujo de una gran ola, señalaba una rampa que llevaba a la montaña. Quizá algunos habitantes de Robinson Crusoe utilizaron esta vía para escapar de la gran ola que se les venía encima.

Parece ser que las autoridades no alertaron a la isla del tsunami que se avecinaba, sino que es una niña de 12 años la responsable de que en Robinson Crusoe no haya habido más víctimas mortales a raíz del devastador terremoto de 8,8 grados. Ahora los escombros se amontonan en la bahía de Cumberland, donde se situaba antes el pueblecito de San Juan Bautista. Sólo ha quedado 'en pie' la única calle que discurría paralela al océano y que fue inaugurada poco antes de la visita de la Ruta Quetzal.

¿Y qué habrá sido de lobos marinos de Juan Fernández? Los 'ruteros' pudieron comprobar que uno de los mayores encantos del archipiélago, aparte de sus gentes y paisajes, es la numerosísima comunidad de estos animales. Cientos de ellos pueblan las bahías y playas de las islas, en total libertad, durante los meses de verano. Después de la época de apareamiento, con las crías ya aleccionadas para nadar, quizá ya habían regresado mar adentro cuando les sorprendió el tsunami.

Precisamente este domingo, 7 de marzo, se estrena en La 2 de Televisión Española el décimo capítulo de la serie sobre el proyecto de Miguel de la Quadra-Salcedo que rememora las andanzas de los expedicionarios, esta vez en la isla de Robinson Crusoe, donde recordaron la aventura de Alexander Selkirk, quien en 1704 desembarcó en la isla --no se sabe si por propia voluntad o expulsado de su navío-- con sólo un petate, sus instrumentos de navegación, un hacha, un cuchillo, dos libras de tabaco, una biblia y comida para un día.

Los jóvenes ascendieron por las tortuosas laderas de los cerros hacia el mirador de Selkirk, lugar desde donde se dice que este auténtico Robinson oteaba el horizonte, día tras día durante cuatro años y cuatro meses, en busca de un barco que le salvase. Desde ese mismo mirador, en diciembre se podía ver toda la bahía de Cumberland. Hoy esta antes hermosa vista sólo ofrecerá una imagen desoladora.

El tsunami barrió la isla de Robinson Crusoe