jueves. 28.03.2024

En el año en que ha celebrado su cincuenta aniversario, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha despertado de su sueño social para afrontar la crisis económica y los ataques especulativos de los mercados con duros ajustes y reformas hasta hace poco impensables.

El éxito de su estrategia se verá a medio y largo plazo, pero sus repercusiones han sido inmediatas en las expectativas de voto de un partido, el PSOE, que ve cómo cunde el desencanto entre militantes y simpatizantes mientras se aproximan las elecciones autonómicas y locales.

La economía ha vuelto a monopolizar en 2010 la acción del Ejecutivo, que concluye el año con la primera declaración de un estado de alarma en el país debido al conflicto con los controladores aéreos y que, además, ha comprobado su soledad al afrontar crisis externas, como la generada por el desmantelamiento por Marruecos del campamento saharaui instalado cerca de El Aaiún.

El Gobierno comenzó el año con el reto de presidir la UE y antes de acabar enero presentó el primer plan de austeridad para las administraciones públicas, pero poco después se extendió el miedo al contagio de la crisis griega.

A pesar de la contundencia de Zapatero y de todo su gabinete a la hora de garantizar que España cumpliría sus promesas de reducir el déficit, en mayo se multiplicaron los rumores sobre la solvencia de su economía.

El inusual ataque de los mercados a la deuda y el desplome de la bolsa llevó al Gobierno a anunciar el más duro plan de ajuste de los últimos años, con la reducción del salario de los funcionarios, la congelación de las pensiones contributivas y la desaparición del cheque-bebé.

Presionado o no por los socios comunitarios, lo cierto es que apenas siete días antes de que Zapatero presentara en el Congreso los recortes se había reunido en La Moncloa con el líder de la oposición, Mariano Rajoy, para acelerar la fusión y la reforma de las cajas de ahorro, sin comentarle sus propósitos.

En junio decidió dar otro paso que hasta entonces él mismo veía vedado y el Consejo de Ministros aprobó por decreto la reforma laboral, lo que supuso la convocatoria de la primera huelga general de su mandato.

El mes de julio dio un respiro; el Mundial de Fútbol ganado por la selección española ayudó a olvidar la crisis durante unos días y la buena nota de los bancos españoles en los test de resistencia puestos en marcha por la UE permitieron a Zapatero ver algo de luz en el horizonte.

Superadas las enmiendas a la totalidad a los restrictivos presupuestos de 2011 con el apoyo del PNV y de CC, el 20 de octubre realizó la mayor remodelación del Gobierno; dejó caer a María Teresa Fernández de la Vega y a Miguel Ángel Moratinos, que le habían acompañado desde 2004, y ascendió a Alfredo Pérez Rubalcaba a vicepresidente primero y portavoz para contar con un gabinete de mayor fortaleza política y capacidad de comunicación.

El cambio, en principio, sólo iba destinado al Ministerio de Trabajo por la decisión de Celestino Corbacho de participar en las elecciones catalanas, pero afectó finalmente a ocho departamentos y premió con el Ministerio de exteriores la lealtad de Trinidad Jiménez, derrotada dos semanas antes por Tomás Gómez en las primarias del PSOE madrileño.

El espejismo de tranquilidad económica y la relativa euforia que se apoderó del PSOE tras los cambios se quebró de nuevo a finales de noviembre.

Zapatero se reunió en La Moncloa con 37 de los principales empresarios españoles, que le instaron a acelerar las reformas, y pocos días después se volvió a disparar la prima de riesgo de la deuda española.

Anunció entonces por sorpresa nuevas medidas que incluían privatizar parcialmente AENA y Loterías del Estado y eliminar la ayuda a los parados que no cobran ninguna prestación, y decidió adelantar la reforma de las pensiones para finales de enero.

Esa misma semana, el Gobierno aprobó un decreto sobre la jornada laboral de los controladores aéreos, que abandonaron esa misma tarde sus puestos de trabajo y provocaron el cierre del espacio aéreo español con la consiguiente respuesta del Ejecutivo de decretar el estado de alarma.

Los avatares del año han ocultado casi por completo las mejoras en algunos de los indicadores económicos, noticias como la excarcelación de presos políticos cubanos y éxitos como la liberación de los cooperantes secuestrados en Mauritania o la consolidación de España en el G-20.

El pesimismo, agudizado tras el aviso de la debacle del PSC en Cataluña, se ha trasladado a las expectativas de voto del PSOE, que ve cómo se amplía la distancia con un PP centrado en pedir un adelanto electoral.

Con la vista puesta en las municipales y autonómicas de mayo, los socialistas esperan todavía a que Zapatero aclare si será de nuevo su candidato en 2012. EFE / Noelia López

El año en que Zapatero despertó de su sueño social