jueves. 28.03.2024

Vivimos tiempos convulsos. Los partidos de hoy se mueven entre lo que creen que la gente piensa que deberían ser y lo que simplemente son. Es un buen ejemplo el capítulo de las primarias del PSOE.

Nadie en su sano juicio abogaría por que el delantero de su equipo de fútbol se eligiese mediante votación de todos aquellos aficionados a este deporte (seguidores o no de ese equipo) que quisieran meter su papeleta en la urna. Ningún equipo se plantea algo así. En el PSOE lo han hecho. El partido que gobernaba las islas hace tres años ha sufrido tal crisis de imagen que se ha empeñado en hacer gestos efectistas que den sensación de apertura a la ciudadanía. Por eso defendieron unas primarias abiertas (que todo el que quiera vote al candidato al Consolat) a pesar de que no está claro si esa medida pionera va en contra de los intereses del propio partido. No del aparato, también del partido. “Aceptar la votación abierta en sitios tan pequeños como Baleares tiene mucho peligro. Son dos mil militantes. Se te cuela un empresario para controlar al partido, te planta a mil paniaguados y, entonces, ¿qué hacemos?”, dicen desde el aparato en Madrid. (Sí. Esto no es Andalucía. Quienes creen que el PSIB tiene el peso suficiente para hacer que el PSOE apoye o rechace explícitamente unas primarias cerradas se equivocan –el mismo argumento puede usarse indistintamente con el PP-). Los que defienden las abiertas responden que “en todo caso votarían a un candidato que tendrían los avales de un 10% de los militantes, no sería un candidato de fuera del partido”. La decisión será pública este sábado. Hoy se sigue debatiendo internamente con cuestiones como quién y cómo elabora los censos de simpatizantes que votarían y tal. Lo cierto es que, pase lo que pase, el asunto refleja cómo los partidos intentan responder a la exigencia de más democracia de la ciudadanía, pero no ven claro por dónde empezar.

Francina Armengol teme lo mismo que Ferraz, pero no puede decirlo porque también le preocupa que, si deja de apoyar públicamente un proceso de primarias abiertas, algunos le acusen de intentar cerrar el PSIB al aparato (que ella domina). Y por eso está dispuesta al sacrificio de seguir apostando por una votación abierta que muchos militantes no quieren pero que todos piensan que la ciudadanía demanda (como si la gente fuera a hacer cola en la calle para apuntarse a la votación; como si la gente decepcionada con los socialistas fuera a ver en las primarias abiertas un cambio radical e ilusionante en el partido). Y luego está cómo se pueden sentir quienes han peleado cada día en esta travesía en el desierto de la oposición y de la etapa postzapateril. “¿Mi voto no debería prevalecer? ¿No soy yo quien apoya al partido cada día cuando nos critican algunos de los que van a dejar votar con el mismo valor que yo?”, sostiene un histórico militante. Todas las opiniones son comprensibles. Todo tiene pros y contras. Mientras se libra este debate internamente, Aina Calvo presiona externamente para unas primarias abiertas que reportarían más opciones de éxito a su candidatura. La imagen de aire fresco de la ex alcaldesa se ve reforzada con el argumento de la apertura. “Está muy bien lo que vende, pero falla algo: no levantó la voz cuando se decidió que no hubiera abiertas en sitios como Palma, ahí donde ella sí controla el aparato. Dijo que prefería las abiertas, pero no peleó por ellas como ahora hace con las regionales. Se ve que quiere primarias abiertas solo donde le interesa”, deslizan sus detractores.

En definitiva, da la sensación de mucha impostura en el apoyo o no a las primarias abiertas. “¿A quién se le ocurre hacer unas primarias en la que vota todo el mundo para un partido que es una entidad cerrada?”, dice un asesor del propio president Bauzá. En el PP están viendo todo este lío sentados y con palomitas de maíz como si fuera el cine. En el fondo, si los partidos quieren abrirse, podrían contemplar revoluciones a la inglesa como plantearse cuotas de representantes por zonas de población y libertad de voto en el Parlament después para que esos diputados defiendan a sus representados. Ningún sistema es perfecto y podría haber injerencias, pero al menos estaríamos ante un cambio de las reglas del juego, ante una participación ciudadana distinta a la actual en la que el ciudadano sabría mejor a quién quejarse (con nombre y cara) y no cómo ahora en la que la gente se cruza por la calle con un diputado y no sabe quién es. Le pasa hasta al ex president Antich. Imagínense. En fin, mientras no se generen debates de calado, las disputas sobre primarias abiertas para elegir al cabeza de cartel (no al secretario general y líder del partido) son fuegos de artificio. Con un peligro añadido, si el PSIB se empeña en una campaña de descalificaciones (y ya se empieza a ver con el asunto ‘abiertas sí, abiertas no’) corre el riesgo de perder la oportunidad de movilizar a sus bases a un año de las autonómicas y, al contrario, desmotivarles. Armengol, mujer que ha trabajado el partido desde casi su primera comunión, teme que esta lucha perjudique a la formación. No sería de extrañar que opte por una campaña de perfil bajo públicamente. Calvo afirma que será importante tener a gente que “cosa las heridas” a final de año, cuando el proceso haya acabado. Muchos socialistas pensarán hoy que ojalá, por la cuenta que les trae, no haya habido una carnicería demasiado grande para ser ‘cosida’. Muchos demócratas estarán de acuerdo con esa esperanza. Porque una oposición débil no es buena. Con el partido alternativa de gobierno enfrascado en luchas cainitas, se pierde el control del Govern. Y eso no es bueno ni siquiera para el PP. En eso sí perdemos todos, ese millón de baleares que no milita en ningún partido.

El PSIB, en su encrucijada