jueves. 28.03.2024

La dirección del partido cree que la unión de las fuerzas de la oposición contra el decreto de símbolos les está uniendo. “A los que defendían la bandera del castillo en el 2000 les va bien ahora la catalana. Se les empieza a ver el plumero. Nuestros alcaldes lo están notando y vuelven al redil”. El partido opina que las abstenciones de Pollença y Búger en el respaldo a Bauzá son “casos muy concretos” que entiende como concesiones que hay que aceptar cuando “se gobierna en minoría”.

Hace unos días comentamos aquí que la mayoría de alcaldes del PP se debate entre su rechazo ideológico a la política antiregionalista de Bauzá (porque su forma de ser es de huir de los conflictos que no existían y porque en sus pueblos no se aceptan las imposiciones lingüísticas) y el miedo a perder el cargo en 2015 si la dirección les corta la cabeza por pasarse de díscolos (un miedo que al mismo tiempo tienen también cuando piensan que los ciudadanos les pasarán la factura de Bauzá por no haber levantado la voz para protestar. Un dilema). Pues bien, la dirección del PP no tiene miedo. Una vez pasadas las horas críticas del TIL con la huelga de docentes sobre la mesa de los alcaldes, la actitud de la FELIB ahora, meses después, dudando de la legalidad del decreto de símbolos le parece poca cosa, no quita el sueño en la sede del partido. ¿No ven un aumento de crispación entre los alcaldes? No. En las oficinas centrales sospechan que sus ediles saben que no deben (ni pueden) enfrentarse a Bauzá y creen que simplemente han buscado un argumento ligero para decir a sus vecinos que ellos no son unos peleles que aceptan sin rechistar lo que marca el Consolat de Mar y al mismo tiempo conjugar esa crítica con la disciplina dentro del partido. Conclusión: ambos aceptan pulpo como animal de compañía.

Y en medio de ese clima, la posición de los partidos regionalistas ahora integrados en el PI (junto a los socialistas del PSIB y econacionalistas de Més) ha quitado la venda de los ojos a más de un alcalde conservador. O al menos eso cree la dirección popular, que opina que, contra todo pronóstico, la polémica de las banderas les está uniendo.  El partido en Mallorca, epicentro del conflicto, lo tiene claro: “en la FELIB pedimos sutilmente una revisión del decreto” (con dos objetivos: reflejar que los alcaldes tienen algo que decir en temas que les afectan y pedir al Govern que rebaje la injerencia en las decisiones municipales que sí respeta la ley) “y en la Asamblea de alcaldes dejamos claro el apoyo a lo fundamental de la norma” (la base ideológica de la ley –aquello de sacar de los colegios los lazos cuatribarrados-, que luego el decreto desarrolla en exceso a juicio de los munícipes –aquello de que los ayuntamientos no serán libres de poner lo que les plazca en sus edificios-).

“Una cosa es la ley y otra el decreto. Si a un alcalde le preguntas si está de acuerdo con que no se politice con la catalana (cuatribarrada), te dirá que sí. Si al mismo alcalde le preguntas si está de acuerdo con que su municipio no sea soberano sobre lo que se pone o se quita en dependencias de su ayuntamiento, te dirá que eso ya no le gusta tanto”, explica uno de los dirigentes del PP mallorquín. Ahora bien, “esta gente de la oposición se ha pasado intentando dividirnos”. En resumen, uno puede estar en contra de alguna decisión del partido, pero lo resuelve en el partido. “No vamos a regalarles la fractura”.

Otro alto cargo del PP balear va más allá. Lo explica en el pasillo del edificio del Consell donde acaba de reunirse con la Asamblea de alcaldes. “En el fondo, empiezo a pensar que nos han hecho un favor. En el año 2000 María Antonia Munar hizo una campaña por la bandera mallorquina en los balcones. Ahora se han quitado la careta (debe referirse a los herederos de UM en el PI). A los que defendían la bandera del castillo ahora les va bien la catalana. Se les empieza a ver el plumero. Nuestros alcaldes lo están notando y aquellos que se estaban distanciando vuelven al redil”.

Muchos ven en algunos alcaldes díscolos una división interna del PP, pero el juego de criticar en cenas privadas y aplaudir en actos públicos a Bauzá es percibido por la dirección afín al de Marratxí como juegos florales, política de salón, fuegos artificiales. “No hay problema que no solucione un buen frito mallorquín”, dice un alcalde de la Tramuntana. Los de Palau Reial tienen tan clara la hoja de ruta de mirar hacia delante e ignorar las pequeñas críticas siempre que no sean públicamente notorias que hasta han encontrado argumentos para quienes rompen la disciplina de partido (es un decir) y se abstienen de defender el decreto de símbolos en la Asamblea de alcaldes: Búger y Pollença. “Allí se gobierna en minoría. Tienen que esperar a ver qué se decide en sus plenos municipales”. El alcalde pollensí, Tomeu Cifre, uno de los más críticos con la política lingüístico-simbólica de Bauzá, dice que se siente cómodo en esta posición de no estar contra el partido ni a favor de él en este ámbito concreto. “No pasa nada. Si me tiran de las orejas, ¿qué le voy a hacer?”.

Y así pasan los días en el PP. Con dimes y diretes que no se concretan en posiciones de fuerza. En este totum revolutum solo hay un vencedor: José Ramón Bauzá, cuya política sigue ejecutándose. Veremos si pasa revista cuando haya que formar listas dentro de un año. Acuérdense.

Sorprendente PP: “El decreto de símbolos nos está cohesionando”