jueves. 28.03.2024

Son Moix vuelve a sonreír. Habría que tirar muy atrás de hemeroteca para encontrar la última vez en que el estadio bermellón disfrutó con una 0ola', ese invento nacido en el Mundial de México 86, que tanto se practicó a finales de los 90 en el Lluis Sitjar y que este domingo los seguidores isleños han rescatado, coincidiendo con el estreno de una grada que lleva el nombre del desaparecido recinto.

Después de sufrir tres temporadas y media de penurias el mallorquinismo reivindica su derecho a disfrutar del fútbol, y ha tenido que ser un técnico de la casa, Pepe Gálvez, quien ha resucitado todas esas sensaciones ya casi perdidas en algún rincón de la memoria colectiva del mallorquinismo. Y eso que apenas se ha conseguido nada. Sólo ganar un partido con cierta holgura a un equipo mediocre. Pero la travesía de este desierto se está haciendo muy larga, y los seguidores del Mallorca son agradecidos.

Ante el Albacete, se ha visto un Mallorca muy diferente al del primer tercio del Campeonato: un conjunto vertical, con hambre de gol, sin tantos miedos, y sin desfallecer a pesar de las dificultades. Porque hoy el gol sí ha llegado, pero ha costa horrores. Al vestuario, de hecho, el marcador seguía intacto, pese que sólo en esos 45 minutos los bermellones ya habían generado más jugadas de peligro que en las cinco jornadas precedentes.

En la reanudación se ha demostrado lo que todos veían menos Albert Ferrer: que la suerte llega cuando se busca. Y la insistencia de los isleños les ha valido para romper el cerrojo manchego a los 7 de la segunda. Eso sí, de penalti, el que ha transformado un aclamado Rolando Bianchi.

Poco después Brandon Thomas, indiscutible motor de este Real Mallorca, ha marcado el segundo. Y después el resto: la fiesta, la ola, la alegría... y la salida -ojalá que esta vez definitiva- de los puestos de descenso.

Próxima estación, Heliodoro Rodríguez López. Esto ya pinta diferente.

Gálvez devuelve los goles y la diversión a Son Moix (2-0)