jueves. 28.03.2024

Venezuela is starving

La portada del WSJ de este fin de semana no puede ser más reveladora de la situación económico-social del país con más reservas de petróleo del mundo (298.000 millones de barriles según la Energy Information Administration, en 2016), esto es, más que las reservas de Arabia Saudí, Rusia o Iran, y ocho veces las de Estados Unidos.

La nacionalización de su economía, la corrupción, la hiperinflación (en torno al 720%), la persecución por parte del gobierno chavista a los inversores internacionales –y nacionales- ya huídos, y la consiguiente inseguridad jurídica; y desde el lado político, la fuerte restricción de las libertades políticas y de algunos de los pilares básicos de todo sistema democrático como por ejemplo la separación de poderes (con un Tribunal Supremo al servicio de Maduro y sus secuaces), la persecución a la libertad de prensa y de opinión, y, en los últimos tiempos, las torticeras maniobras del régimen en el poder de menoscabar la voluntad popular representada en la Asamblea Nacional (con mayoría de la oposición al chavismo), han convertido a Venezuela en un Estado al borde del colapso (si es que no lo está ya), e incluso en una situación de preguerra civil, hoy improbable en tanto que el ejército siga afecto al régimen gobernante.

Si durante los años de abundancia, con un barril de petróleo a más de 100$, Caracas era ya una de las ciudades más peligrosas e inseguras del mundo, con las mayores tasas de homicidios de América, donde conducir con la ventanilla del coche bajada era un suicidio, el posterior desplome de los ingresos por la exportación de hidrocarburos (unido a los factores antes relacionados) han añadido un mal más demoledor: la escasez de alimentos, medicinas y en general de cualquier tipo de productos de importación. Los datos del sufrimiento de la sociedad son elocuentes con los más frágiles: la malnutrición infantil alcanzó al 30% de dicho segmento de la población en 2016 (Fundación Bengoa).

De acuerdo con el INE, entre 2015 y 2016 el número de venezolanos residentes en España pasó de 54.401 a 68.639, un aumento de 26,2%. Ayer mismo, en un diario local un miembro de la Cruz Roja en Baleares indicó que desde 2016, 61 venezolanos han pedido asilo. Y es importante destacar que este flujo migratorio lo integran en su mayoría personas cualificadas laboral y académicamente, que han elegido vivir en la irregularidad administrativa, realizando trabajos que nunca se hubieran imaginado que harían en su pasado más inmediato.

Hace no muchos días pregunté a una abogada venezolana, emigrada a España, quien ahora subsiste cuidando a personas mayores, si realmente valía la pena dejar atrás su vida, familia e incluso posición laboral (menguada por la hiperinflanción). Su respuesta no admitió reconvención: “aquí puedo llevar a mi hijo a jugar al parque tranquila, sin oír tiros de bala, o comprar arroz sin tener que hacer cola de cuatro horas.”

Entretanto Maduro baila, y habla a las vacas mientras que en la calle ayer gaseaban a las mujeres que se manifestaban, sumando ya varias decenas los manifestantes tiroteados en las últimas semanas por las fuerzas del Gobierno.

Hace un par de años, medio en broma, medio en serio, escribía en mi muro de facebook que si en vez de Obama hubiera un halcón en la Casa Blanca y retrocediéramos al SXX, EEUU no dudaría en aplicar la Doctrina Monroe (en su versión más reciente) para poner orden en su “patio trasero”. Hoy, con Trump, todo es posible.

Venezuela is starving