jueves. 28.03.2024

Inserción lingüística

6 de junio de 2010. Tras serle detectada sangre en las heces, Kepa Elortza Odriozola, vecino de Oñati, es remitido al especialista de Digestivo para que le sea practicada una colonoscopia: tendrán que transcurrir nada menos que diez meses para que ésta sea realizada. ¿Un caso alarmante de lista de espera? Pues no. Elortza, un patriota, un gudari, exigía ser atendido en euskera, y en ese momento, si bien había especialistas de sobra, no había ningún euskaldún disponible. De modo que, a pesar de entender perfectamente el castellano, y afrontando el riesgo de que la demora agravase una eventual enfermedad, decidió esperar a ser insertado en su lengua natal. He aquí un hombre que anteponía sus convicciones a su propia vida, y que ofrendaba a la patria su corazón y orificios no adyacentes.

También aquí tenemos patriotas similares. David Abril, sin ir más lejos, que sin dejarse arredrar por la escasez de facultativos, insiste en que a todo médico se le exija el requisito de estar en posesión del certificado correspondiente de catalán. ¿Y si no lo tiene? Pues no hay médico. Las prioridades quedan así claras y esto no nos debe sorprender: el nacionalismo siempre antepone la Idea a todo, ya sea a la ley, a los ciudadanos o a la salud. Al menos a la de los demás.

Es este un caso claro de antipolítica, que en lugar de solucionar problemas se dedica a crearlos donde no los hay. Lo cierto es que la actividad del personal asistencial de la sanidad balear es ejemplar –así es percibido por los usuarios- y desde luego no existen problemas de comunicación con los pacientes más allá de la imaginación del coportavoz de Més per Mallorca. Recordemos, por cierto, que no es que los médicos pretendan usar el arameo o el kikuyu: sencillamente la lengua común de España, que también es oficial en Baleares.

Afortunadamente la exploración de Elortza se limitó a detectar unas molestas hemorroides, pero podía haber sido mucho peor. Caben serias dudas sobre si los ciudadanos baleares estarían dispuestos a asumir un riesgo similar. En realidad cabe dudar también si Abril supeditaría su propia salud, y no sólo la del resto de los ciudadanos, a su proyecto identitario. En todo caso su actuación es perfectamente irresponsable

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