jueves. 28.03.2024

Dos familias de Palma han pasado un verdadero calvario para viajar desde Roma hasta Palma debido  a la negligente actitud de la compañía aérea Vueling. Pere Bueno, uno de los damnificados cuenta esta odisea que acabó convirtiéndose en pesadilla.

¡¡Gracias Vueling!!!

Habíamos pasado unos días fantásticos por Nápoles y la Campania. Al tener que volver, Vueling nos hizo la vida imposible durante 35 horas.

El 7 de abril llegamos al aeropuerto a las 17:00 (el vuelo directo Fiumicino-Palma era a las 18:55) y, desde el mostrador de facturación nos envían a la Oficina de Vueling en Fiumicino para que nos expliquen qué pasa con nuestro vuelo. Me sitúo el primero de la fila y la persona que me despacha me dice que recibiremos la información sobre las modificaciones de nuestro vuelo mediante correo electrónico o por la aplicación de Vueling.

La aplicación de Vueling EN NINGÚN MOMENTO da información real. (Dispongo de capturas de pantalla de la aplicación a las 18:41, en el que todavía se trataba el tema como si fuera un retraso y en aquel momento el personal de tierra ya sabía que el vuelo había sido cancelado).

Por Twitter, la cuenta oficial de Vueling nos dice que la información nos la tiene que dar el personal de tierra de Vueling en Fiumicino.

A las 19 h, cuando decidimos volver a la cola del mostrador de la oficina de Vueling, el caos ya ha empezado. No hay nadie organizando la fila. En ningún momento se ofrece un trato respetuoso a las familias con criaturas, a las personas mayores o a las personas con discapacitados. Actuando como portavoz de nuestro grupo, formado por 4 adultos y 6 criaturas, desde el primer momento les pido que tuviesen en cuenta esta circunstancia: llevábamos un niño de 5 meses, un niño de 5 años, dos de 7 y dos de 9.

A las 20 h, se empieza a esparcir el rumor que en el bar SNACK de la primera planta del aeropuerto se está ofreciendo cena a los pasajeros de Vueling afectados por vuelos cancelados. Atrapados por el hambre que tenían las criaturas, vamos para allá Cuando volvemos a la fila, media hora después, descubrimos que hay personas a quien ya les han cambiado los vuelos.

Continuamos haciendo cola. A las 22:31 recibimos un correo electrónico de Vueling en que nos informa que nos han cambiado el vuelo, pero el enlace que facilita el mensaje electrónico no funciona. A la cabo de unos minutos es nuestro turno, y la persona que nos atiende nos informa de la modificación: TENDREMOS 35 HORAS DE RETRASO. Tendremos que hacer noche en Roma (no saben en qué hotel ni como nos transportarán). Haremos escala en Barcelona, donde también tendremos que pasar una noche previa al vuelo hacia Palma (que parte a las 7:00 del día 9 y que nos obligará a despertarnos a las 4:30 de la mañana). Cómo es obvio, tampoco saben nada de donde pasaremos la noche en Barcelona. Nos envían al mostrador de facturación.

Una vez que ya tenemos las tarjetas de embarque en la mano, alguien de Vueling nos indica que nos pongamos en un rincón, a la espera de que llegue un autobús para llevarnos a un hotel, del cual en ningún momento se nos informa cuál es. Nos explican también que tendremos trànsfers, habitaciones y pensión completa durante todo el retraso. Remarcamos que no queremos volver a sufrir esta situación y que se pongan en contacto con la oficina de Vueling en Barcelona para que la noche siguiente todo sea más fluido. Aseguran que lo harán. Incluso, pedimos si habrá servicio de picnic para almorzar para la gente que quiera pasar el día siguiente en Roma, pero no nos lo pueden confirman.

A las 23:20 es cuando se produce el gran caos. Se acerca el autobús y las dos personas de Vueling presentes no organizan para nada la forma de acceder al bus. Empujones, gente que introduce los equipajes en la bodega para garantizarse un lugar adentro, criaturas atrapadas en las escaleras del bus: dantesco. Una vez más, ninguna consideración para las personas discapacitadas, las personas mayores o las criaturas. No podemos coger el primer bus, que es ocupado por el contingente de gente con más fuerza física y más poca consideración.

A las 23:50 viene el bus que nos transporta al Holidays Inn de Fiumicino. Llegamos al hotel, hacemos una cola insólita para el check-in y, finalmente, entramos en la habitación. Los diez integrantes de nuestra expedición (incluidas las seis criaturas) tocan cama a las 00:30. ¡Vueling sabía que el vuelo había sido cancelado desde las 17 horas!

El 8 de abril, una vez desayunados, el hotel nos da la información del transporte para pasar el día en Roma. Cuando pedimos el picnic para llevar, nos lo deniegan: no está pactado con Vueling. Vueling nos había dicho que sí. (¿Denegándonos el picnic, que pretendían? ¿Tenernos secuestrados en el hotel todo el día?).

Por la tarde, un autobus nos conduce puntualmente al aeropuerto de Fiumicino, donde el caos vuelve a ser considerable. Pedimos al personal de Vueling que se pongan en contacto con Vueling Barcelona para que empiecen a tramitar el hotel. Volvemos a insistir en el trance que están pasando nuestras criaturas. Dicen que lo hacen. Pedimos qué podemos hacer para cenar. Nos dicen que han gestionado unos vouchers pero que no saben para qué restaurante. No nos dan ningún tipo de cena.

Nos ponemos en contacto con el perfil oficial de Twitter de Vueling para recordarles que avancen la reserva en el hotel de Barcelona, conscientes que nos tendríamos que despertar a las 4:30 de la mañana.

Nos proporcionan 3 bolsas pequeñísimas de patatas chips, 2 refrescos, 2 botellas pequeñas de agua y 3 golosinas de chocolate: ¡¡¡¡para diez personas, en un grupo con seis criaturas!!!

El vuelo  Fiumicino-Barcelona parte aproximadamente a su hora. Llegados a Barcelona, nos han extraviado una maleta llena de embutidos de la región de la Campania y tres elevadores infantiles para el coche. Tramitamos la reclamación pertinente. Vueling nos proporciona tickets intercambiables para el establecimiento Jamaica, de la compañía Panes & Company que, a esa hora, no dispone de nada para cenar.

A las 23:30, el personal de tierra de Barcelona nos informa que a las 00:00 partirá un bus que nos conducirá al hotel Juan Carlos I (Les Corts, 25 minutos de camino). Cuando nos interesamos por el trànsfer que necesitamos para el día siguiente por la mañana, nos dicen que no nos preocupemos, que se cuida el hotel de hacerlo. Remarcamos que hay que tener en cuenta que necesitamos partir a las 5:00 de la mañana y que en nuestro grupo viajan 6 criaturas.

Como el contingente de personas es menor, con un bus hay bastante para transportarnos a todos. Cuando llegamos al hotel, el check-in se convierte en una nueva tortura. Una hora de cola. ¡Nos piden cien euros de depósito para poder ocupar la habitación! De nuevo, ninguna prioridad ni para las personas mayores ni para las personas con discapacidad ni para las criaturas. A las 01:45 estamos en la habitación con las maletas (las que no nos han extraviado) sin ninguna información sobre el tránsfer del día siguiente por la mañana: en el hotel no saben nada. Nos tenemos que despertar a las 04:30 y no tenemos ninguna información sobre cómo llegaremos al aeropuerto.

Finalmente, el día 9 de abril a las 05:10 todavía no hay ningún autobús en el hotel. Tenemos que coger tres taxis. No tenemos ninguna posibilidad de desayunar. Uno de los niños está tan cansado que vomita en el taxi y el taxista no nos deja bajar del taxi si no le pagamos 50 euros extra en concepto de limpieza, de los cuales no nos quiere expedir ningún ticket.

Gracias, Vueling!

Pesadilla por el retraso de 35 horas en un vuelo con la compañía Vueling