viernes. 19.04.2024

AmecoPress.- En España, en líneas generales, las mujeres tienen una mayor formación que los hombres sin embargo la gran mayoría de puestos de trabajo que desempeñan no se corresponden con su cualificación lo que se traduce en que, a pesar de los avances conseguidos, la desigualdad persiste.

El Manifiesto del 8 de Marzo de 2010 de los dos sindicatos mayoritarios, UGT y CCOO, con motivo de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora da constancia de ello: “El objetivo de la igualdad real está aún lejos de alcanzar: son las mujeres quienes soportan una mayor precariedad contractual, temporal y a tiempo parcial, un escaso reconocimiento de la formación adquirida, desigualdad salarial y mayores dificultades para compatibilizar los tiempos de vida y trabajo”.

La corresponsabilidad es, en el momento actual, una meta lejana en nuestra sociedad. En palabras de Almudena Fontecha, secretaria general de la mujer de UGT: “Un hombre puede elegir entre trabajar o hacer otra cosa; una mujer elige entre trabajar fuera, trabajar dentro, o trabajar fuera y dentro”.

La consecuencia inmediata de la segmentación del mercado laboral en sectores masculinos y femeninos es la desvalorización del trabajo de la mujer. La adjudicación de categoría en función del sexo provoca una valoración diferente que se traduce en que las mujeres siguen cobrando menos sueldo por el mismo trabajo y menos sueldo por trabajos del mismo valor. La discriminación retributiva es patente en una sociedad en la que los contratos más cortos y en peores condiciones siguen reservados para el sector femenino.

Algo no va del todo bien cuando es necesario un Ministerio de Igualdad y cuando todavía es necesaria una conmemoración cuyos orígenes están unidos a la defensa de los derechos laborales de las trabajadoras, a la defensa del sufragio femenino así como a la lucha contra la esclavitud sexual. Si la igualdad laboral fuese una realidad, si la desigualdad salarial no azotase a las mujeres, si no hubiese trabas para compatibilizar la vida laboral y familiar, no sería necesario que esa celebración se mantuviese o al menos no con su sentido actual.

Las mujeres no solo tienen mayores dificultades que los hombres para acceder al primer empleo sino que también sufren el paro de forma más prolongada, las mujeres desempleadas soportan en mayor medida el paro de larga duración con menores prestaciones sociales ya que al cobrar menos cotizan menos y las prestaciones se reducen.

Las diferencias salariales afectan también de forma negativa a las pensiones de las mujeres, un salario menor apareja una pensión más baja y ésta un mayor riesgo de pobreza.

Para hacer desaparecer la desigualdad salarial entre sexos es imprescindible la eliminación del sexismo en los sistemas retributivos y la supresión de los estereotipos que conducen a las mujeres a trabajar en sectores con convenios colectivos que podrían denominarse precarios. La concienciación de la sociedad pasa por la realización de campañas de sensibilización en los ámbitos educativo, social, sindical, político y económico.

Es responsabilidad de los gobiernos afrontar políticas retributivas estructuradas bajo el prisma de la perspectiva de género para erradicar el lastre de las dificultades que sitúan a las mujeres en inferioridad de condiciones frente a sus compañeros varones en el ámbito del mundo laboral.

La desigualdad persiste