jueves. 28.03.2024

El 5 de junio de 1981 los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos publicaron en su boletín semanal una pequeña entrada que describía un "extraño brote de neumonía asesina" que se estaba propagando entre homosexuales.

En julio, el CDC amplió su información documentando que ese tipo de neumonía letal estaba también provocando un raro cáncer entre esos pacientes en California y Nueva York.

Para fines de 1981, los registros indicaban que 121 pacientes habían muerto por esa enfermedad y también se documentaron los primeros casos en el Reino Unido y Suecia.

Nunca se imaginaron los científicos que esa desconocida enfermedad se convertiría en una de las pandemias más letales que han azotado a la humanidad, causando en 30 años más de 60 millones de casos y 22 millones de muertes.

El virólogo Rafael Nájera, profesor emérito del Instituto de Salud Carlos III de España, trabajaba entonces en el grupo de vigilancia epidemiológica de la Organización Mundial de Salud (OMS).

Y recuerda cómo se dio a conocer la información sobre esa rara enfermedad que había brotado en Estados Unidos.

"En aquel momento se vio esto como una curiosidad epidemiológica, una cosa rara que nos llamó la atención", le dice el experto a BBC Mundo.

"No se sabia a qué se debía, si era infecciosa o si tenía que ver con alguna práctica ligada al uso de estimulante. Y rápidamente empezaron a aparecer descripciones de más casos".

"Pero entonces no contábamos con los medios diagnósticos de determinación fácil por lo que todos los casos eran sospechosos".

Casos "sospechosos"

En efecto, los informes de los primeros casos eran muy confusos, se pensaba que era un tipo de neumonía llamada entonces Pneumocistosis carinii. Y después se responsabilizó a un agente infeccioso conocido, un citomegalovirus.

Poco a poco se fue haciendo claro que se trataba de un trastorno nunca antes visto que no era cáncer ni neumonía sino una enfermedad que se transmitía sexualmente y que estaba afectando gravemente el sistema inmune de las personas infectadas.

Pero pasaron varios meses y numerosas teorías antes de que los científicos pudieran identificar la causa, la forma de contagio y el tipo de patógeno que estaba causando la enfermedad.

"En 1983 el equipo de Luc Montaigner y Françoise Barré-Sinoussi del Instituto Pasteur en París, describieron un retrovirus que llamaron LAV -virus asociado a la linfadenopatía- que era uno de los síntomas de la enfermedad", explica el profesor Nájera.

"Unos meses después, en 1984, el doctor Robert Gallo en Estados Unidos publicó varios estudios sobre el aislamiento de varios virus y sobre la correlación entre la presencia de anticuerpos en las personas afectadas por el retrovirus".

10 años

En 1986 el retrovirus fue bautizado virus de inmunodeficiencia humana o VIH.

Para entonces los médicos se empezaban a dar cuenta que desde el momento en que el virus entraba al organismo y un paciente comenzaba a presentar síntomas de SIDA podían pasar hasta 10 años.

Esto significó que muchas personas contagiadas, sin saberlo, habían estado propagando la enfermedad a miles de otras personas y esos a su vez a otras, y la infección ya se había propagado a millones en todo el mundo.

Tras años de incertidumbre los epidemiólogos comenzaron a demostrar que el VIH podía transmitirse por relaciones sexuales heterosexuales, por una madre contagiada hacia su recién nacido, en transfusiones de sangre y con agujas contaminadas.

En muchas comunidades, sin embargo, había un enorme vacío de información y se vieron numerosos casos de médicos que se rehusaban a atender a sus pacientes por temores de contagiarse y de trabajadores de salud que se infectaron accidentalmente con agujas contaminadas.

"Al principio como los casos se produjeron en homosexuales y hombres se desarrolló una homofobia monstruosa que hizo culpar a los homosexuales y posteriormente a los usuarios de drogas por la enfermedad", recuerda el profesor Nájera.

"Fue una auténtica cacería de brujas y una prueba del mayor movimiento de falta de solidaridad en relación con una enfermedad".

"Fue tan grande esa falta de solidaridad que todavía hoy sigue sin reconocerse la labor del doctor Joel Weisman, médico general en Los Ángeles, quien fue realmente el primero en percibir e indagar sobre algo distinto que estaba emergiendo entre los homosexuales".

"Podemos decir que el doctor Weisman es el auténtico descubridor del SIDA, pero es todavía el gran olvidado. Porque era un médico gay y le hicieron el vacío por completo. Pero él fue quien llamó la atención de la comunidad y de los inmunólgos".

"La persecución y homofobia ha disminuido extraordinariamente -agrega el experto- pero todavía hoy quedan muchos países en que se sigue persiguiendo a los homosexuales".

En 30 años se han logrado grandes avances. Ningún virus ha sido tan estudiado y analizado como el VIH. Y el SIDA ya no es la condena de muerte de hace tres décadas.

Sin embargo, la infección sigue presente en el mundo y todavía parecemos estar muy lejos de lograr una cura para este mal.

Tal como señala el profesor Rafael Nájera, "en este último año se han publicado avances extraordinarios como la posibilidad de reducir la transmisión de la infección en pacientes que reciben tratamientos antirretrovirales".

"También se ha logrado desarrollar microbicidas vaginales para evitar el contagio entre mujeres".

"Pero mucho más lento ha sido el progreso en la investigación de las vacunas. Algunas han mostrado cierta eficacia, muy baja, pero esto abre la vía a la posibilidad de encontrar otras más eficaces".

"Sin embargo, todavía falta mucho para poder conseguir una vacuna de alta eficacia como las que tenemos ahora contra otras enfermedades infecciosas", expresa Rafael Nájera.

30 años de VIH/SIDA