El ADN del olivo mallorquín ha confirmado que se trata de una variedad autóctona. Así se desprende del estudio de caracterización de la oliva mallorquina elaborado por la Universitat de les Illes Balears y financiado con 15.000 euros por la anterior Consellería de Agricultura, Medio ambiente y Territorio. La finalidad de este estudio era determinar la viabilidad de la solicitud de una denominación de origen para diferenciar la oliva mallorquina. El análisis ha permitido concluir que esta calidad diferenciada es atribuible al medio geográfico y que, por lo tanto, es viable tramitar una denominación de origen de la oliva mallorquina.
Para poder tramitar esta solicitud había que acreditar las características diferenciadas y el vínculo del producto con el medio geográfico. Así, por ejemplo, se desconocía si la variedad tradicional del olivo de Mallorca era empeltre de Aragón o una variedad diferente. Gracias a este estudio se ha visto que el ADN de los olivos centenarios de Mallorca no coincide con el ADN del empeltre de Aragón. De hecho, la secuencia del ADN ha determinado que se asemeja más al acebuche, la variedad más salvaje, y que, por lo tanto, el olivo mallorquín es una de las más antiguas.
El estudio también ha analizado por qué la oliva mallorquina es más sabrosa y amarga, dos características organolèptiques muy valoradas por los habitantes de la isla. La amargura se debe de a un contenido de polifenoles más elevado que la media del resto de olivas del mercado. El gusto, desde el punto de vista de la sensación aceitosa que deja a la boca, se tiene que atribuir a un nivel de ácidos grasos insaturados más elevado que en olivas de otros lugares. Estos ácidos, como que tienen un punto de fusión bajo, pasan a estado líquido con la temperatura de la boca, cosa que provoca esta sensación de untuosidad.
Ahora, el sector podrá solicitar a la Consellería que se tramite la denominación de origen de la oliva mallorquina, para lo cual se tendrá que presentar una propuesta de reglamento y una entidad de certificación.
