viernes. 29.03.2024

El mallorquinismo digiere este lunes el nuevo rol de su equipo en Segunda división. Tras el enésimo bochorno en forma de derrota humillante ante la Ponferradina (2-0), los bermellones sólo pueden asumir como objetivo la permanencia en la categoría de plata. Una misión que no resultará en absoluto sencilla, teniendo en cuenta el deplorable estado de forma que atraviesan los isleños, y el complicado calendario que tenemos por delante, incluyendo enfrentamientos contra Eibar, Las Palmas, o el Deportivo de La Coruña. Una derrota contra el líder el próximo domingo (12.00, Canal Plus) podría dejar al conjunto de Lluis Carreras a un solo punto del descenso. Una realidad a la que ha conducido la gestión personalista, dictatorial y errónea de Lorenzo Serra Ferrer.

Mientras, el técnico catalán del Mallorca decía ayer en rueda de prensa que aún es posible cualquier objetivo, 'si se ganan los ocho últimos partidos'. Unas palabras que parecen fuera de lugar, casi tanto como cuando señaló que los futbolistas habían tenido actitud a pesar de la derrota contra la Ponferradina, conjunto que estaba en puestos de descenso, y que pasó por encima de los bermellones sin necesidad de despeinarse demasiado.

Por si todo esto fuera poco, uno de los capitanes, Emilio Nsue, dejó claro tras el partido la fractura total que existe en el vestuario con respecto a la planta noble. Nsue rajó del presidente, Biel Cerdà, mientras aseguraba que todo el club debería estar 'calladito' porque 'está el futuro del Mallorca en juego'.

La crisis, institucional y deportiva, es mayúscula, aunque ni mucho menos parece haber tocado techo. Serra, mientras tanto, se esconde de los micrófonos, quizás sin darse aún por aludido a pesar de haber destrozado 16 años en Primera y andar camino de aniquilar hasta la desaparición una institución casi centenaria. Y el mallorquinismo, todo en su conjunto, habrá sido cómplice por permitirlo.

El mallorquinismo asume el cambio de objetivo