viernes. 19.04.2024

El Real Mallorca no sabe lo que es tocar fondo. El conjunto bermellón sigue en caída libre, empujado por el conformismo de sus dirigentes y su cuerpo técnico, y por la complicidad de unos futbolistas que tienen el honor de estar a punto de hacer historia como la peor plantilla de las últimas décadas; la que llevará a los isleños a jugar la próxima temporada en Segunda división B si no lo remedia lo que a estas alturas, y aún a falta de trece partidos, ya sería poco menos que un milagro. 

Previsibles, anodinos, lineales, inoperantes. La lista de adjetivos para definir a este Mallorca se puede hacer tan extensa como uno quiera. Solo hace falta tirar de diccionario y buscar cualquier término que nos evoque la más absoluta mediocridad.

Contra el Lugo, más de lo mismo. Poquísimo han tenido que hacer los gallegos durante los 90 minutos para llevarse un punto del Iberostar Estadi. Tan poco como aprovechar un rebote en el interior del área en el minuto 16 de la primera mitad para batir a Cabrero y ponerse por delante. A partir de allí, a vivir. Para qué sufrir si el Mallorca es el conjunto más débil de la categoría. Quizás, al acabar la presente jornada, incluso el colista de segunda división. Pero en todo caso, un equipo (?) lamentable que solo nos invita a pensar en cómo será el fútbol más allá de la Liga de Fútbol Profesional, lo único que hemos conocido la mayoría de seguidores mallorquinistas.

Sólo el gol de Lekic de cabeza, ya en el minuto 86, ha evitado la derrota, y ha animado a los futbolistas bermellones, que han querido (en balde) hacer el trabajo de 90 minutos en apenas 7. 

Mientras Molango, Olaizola y compañía se agarran a la mala suerte, los árbitros y la abuela que fuma para justificar una clasificación humillante, el Real Mallorca camina con paso firme hacia la Segunda división B. El final más triste para el año del centenario. Solo Robert Sarver sabe si el club podrá sobrevivir a tal mazazo.

El Mallorca no le gana a nadie (1-1)