jueves. 28.03.2024

Pacto por Camp Redó

Lo que subyace al conflicto de Camp Redó, popularmente conocido como Corea, es el valor del suelo en una ciudad como Palma. Esto lo saben los vecinos, por ello muchos no guardan esperanzas, se saben carne de cañón. Sin embargo, por encima del drama especulativo de estas viviendas sociales, reluce con todo, el drama socio-económico del barrio. El déficit histórico acumulado durante la democracia por la ausencia de políticas de integración social para estos barrios donde Franco decidió acumular trabajadores como una evidente forma de dominio y control han derivado durante la democracia en guetos infectos de droga, y carencias de todo tipo creando un problema social que se proyecta hacia todas las direcciones. Ello sobrepasa a la actual voluntad política, más interesada en contentar a los grandes poderes económicos que aseguran una feliz estancia en el poder. Las cosas no han cambiado tanto, respecto a que son núcleos de control y dominio. Es ideal tener un gueto, cumple con un montón de necesidades del Poder.

Centraliza gran parte de la actividad delictiva de una ciudad. Ayuda a perpetuar el negoció del miedo que vende seguridad. Sirve de chivo expiatorio para moralistas y clasistas varios. Sigue siendo una bolsa de paro ideal para tener mano de obra de barata. Y constituye una porción de suelo en barbecho especulativo, es decir, que mientras la ciudad experimenta una revalorización del suelo por la acción especulativa que genera la oferta y la demanda del Capital, esta porción de suelo queda para segundo plato, o postre. Ante el agotamiento del suelo como recurso preciado, la importancia del valor de este oasis puede ser incalculable. Todos sabemos quien es el partido que puso la Ley del suelo en el 97 e inició la burbuja inmobiliaria que nos explotó en la cara aun sin consecuencias calculadas. Pero los indicadores dicen que la llamada recuperación se produce haciendo lo mismo que hicimos.

Invertir en trabajo social en dinamizar el barrio sin criminalizarlo, en devolverles la dignidad arrebatada a lo colectivo e individual, cuesta mucho dinero. Es más fácil vallar espacios colectivos mientras no hay infraestructuras básicas. Es más fácil pasear de cuando en cuando un par de patrullas que implantar a trabajadores y educadores sociales. Es más fácil quedarse con las casas de la gente trabajadora que entregárselas, crear cooperativas, y subvencionar la recuperación de las viviendas y espacios públicos. Es más fácil salir en la foto, y tirarle la pelota al partido de enfrente. La forma en la que los políticos instrumentalizamos los problemas de la gente para luego dejarlos tirados da sencillamente asco. Y el coste que ello nos implica es incalculable, no sólo defraudamos a ese barrio, defraudamos a mucha gente de manera transversal, ahí tienen una razón más de la desafección por la política.

Cort, Govern, y Bancos están detrás de la responsabilidad de lo que pasa en Camp Redó. Desde aquí hago un llamamiento a todos los partidos, para que por encima de intereses de partido, hagan un pacto por Camp Redó, que consista en aceptar la voluntad ciudadana. Cuenten con sus vecinos, y comprométanse a dar todos, -entre quien entre en el próximo turno-, la misma solución y que sea la que solicitan la gente que vive en Camp Redó. Esto parece fácil decirlo, pero hacerlo es otra historia. Escuchar a la gente no es mandar al área de participación para que haga un corro de gente en la calle mientras la prensa hace fotos. Escuchar a la gente es hacerla redactora, y autora misma del pacto que de solución a Camp Redó. Hacerlos copartícipes durante todo el proceso técnico posterior, en el diseño mismo de lo que se necesita y cómo se necesita.

Pacto por Camp Redó