21 de mayo de 2018, 18:56
Casi todos se habían marchado a los vestuarios. Quedaban algunos aficionados del ya exjugador del Barça que vieron los últimos minutos del jugador descalzo, pisando el cesped que tantos años ha formado parte de su vida.
Con lágrimas en los ojos, se sentó en el campo y de ahí, una panorámica de las gradas que siempre recordará como testigos de grandes triunfos, también de otros no tan buenos pero con un balance excepcional.
Un selfie y unas lagrimas.
Y ya cuando salió de su catarsis personal, tuvo el detalle de lanzar unas treintena de camisetas firmadas a los aficionados que allí esperaban todavía para despedirlo.
El Camp Nou de fondo.